Mejor evitar el sufrimiento

El estoicismo es una antigua filosofía griega (desarrollada por Zenón de Citium alrededor del 300 A.C. como un refinamiento del cinismo) que enseña el desarrollo del autocontrol y la fortaleza como un medio para superar las emociones destructivas. No trata de extinguir las emociones por completo, sino que trata de transformarlas mediante un resuelto ascetismo (una abstinencia voluntaria de los placeres mundanos), que permite a la persona desarrollar un juicio claro, la calma interior y la libertad del sufrimiento (que considera el objetivo final).

El estoicismo no es sólo un conjunto de creencias o reivindicaciones éticas, sino más bien un modo de vida, que implica una práctica y un entrenamiento constantes, y que incorpora la práctica de la lógica, el diálogo socrático y el autodiálogo, la contemplación de la muerte y una especie de meditación destinada a entrenar la atención para permanecer en el momento presente.

El término «estoico» se tomó del «stoa poikile» (que significa «porche pintado» o «columnata») donde Zeno de Citium solía enseñar. En el uso moderno, la palabra se refiere a alguien que es impasible o indiferente al dolor, el placer, la pena o la alegría, y tiene poco en común con sus raíces filosóficas.

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Como doctrina ética, el objetivo del estoicismo es la liberación de la pasión (en el antiguo sentido de «angustia» o «sufrimiento») mediante la búsqueda de la razón y la «apatía» (apatía, en su antiguo sentido de ser objetivo, no emocional y tener un juicio claro). Enseña indiferencia y una reacción «pasiva» ante los acontecimientos externos (sobre la base de que nada externo puede ser bueno o malo) y ecuanimidad ante los altibajos de la vida.

Los estoicos enseñaron que convertirse en un pensador claro, imparcial y auto-disciplinado permite entender el «logos» (la razón natural universal en todas las cosas). Así, la infelicidad y la maldad son el resultado de la ignorancia, y si alguien no es amable, es porque no es consciente de su propia razón universal. La solución a este mal e infelicidad puede lograrse a través de la práctica de la filosofía estoica (el examen de los juicios y comportamientos propios para determinar dónde podrían haberse desviado de la razón universal de la naturaleza). De ahí la famosa máxima estoica: «Vive según la naturaleza», tanto en el sentido de las leyes del universo como de la propia naturaleza esencial del hombre, la razón.

En muchos aspectos, guarda una notable similitud con la enseñanza ética de Siddhartha Gautama (c. 563 – 483 a. C.) y el budismo, que se basa en las cuatro nobles verdades: 1) toda la vida tiene sufrimiento; 2) el sufrimiento está enraizado en la pasión y el deseo; 3) la felicidad es la liberación de las pasiones; 4) la restricción moral y la autodisciplina es el medio por el cual uno se libera del sufrimiento.

Un aspecto importante del estoicismo consiste en mejorar el bienestar ético y moral del individuo teniendo una voluntad que esté de acuerdo con la naturaleza y practicando las cuatro virtudes cardinales (derivadas de las enseñanzas de Platón): la sabiduría («sophia»), el valor («andreia»), la justicia («dikaiosyne») y la templanza («sophrosyne»).

Para los estoicos, vivir según la razón y la virtud es vivir en armonía con el orden divino del universo, y reconocer la razón común y el valor esencial de todas las personas. Por lo tanto, promovieron el igualitarismo y, de manera inusual para su época, alentaron la aceptación de incluso los esclavos como iguales sobre la base de que todos son «hijos de Dios», haciéndose eco de la afirmación de Sócrates de que «no soy un ateniense o un griego, sino un ciudadano del mundo». También negaron la importancia de las diferencias externas como el rango y la riqueza en las relaciones sociales.

Hasta cierto punto, el estoicismo asume el determinismo en el sentido de que sostiene que en cualquier caso haremos lo que nos obligue la necesidad del mundo, pero sostiene que no debemos simplemente obedecer la ley, sino consentir nuestra propia obediencia y seguir la ley consciente y deliberadamente, como sólo un ser racional puede hacerlo.

El filósofo romano del siglo I d.C. y estoico, Séneca el Joven (4 a.C. – 65 d.C.), el filósofo más famoso y popular de su época, tomó el tema de la ira lo suficientemente en serio como para dedicarle un libro entero. Vio la ira como un problema filosófico y susceptible de ser tratado con argumentos filosóficos, no sólo como un arrebato irracional sobre el que no tenemos control. Pensó que la ira surgía de mantener ideas demasiado optimistas sobre el mundo, que conducían a expectativas poco realistas, y aconsejó una actitud más pesimista para estar mentalmente preparado para el tipo de cosas malas que suceden, que por lo tanto no llevarían a tales arrebatos de ira.

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La lógica estoica y la epistemología afirman la certeza del conocimiento, que puede alcanzarse mediante el uso de la razón y la verificación de la convicción con la pericia de los pares y el juicio colectivo de la humanidad. Sostiene que los sentidos reciben constantemente sensaciones, en forma de pulsaciones que pasan de los objetos a través de los sentidos a la mente, donde dejan una impresión. La mente es capaz de aprobar o rechazar un diablillo