No es meditación budista, ni mindfulness
Oración es hablar con Dios
Lc 11, 1-4
Estaba haciendo oración en cierto lugar. Y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:
—Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
CUARTA PARTE LA ORACIÓN CRISTIANAPRIMERA SECCIÓN LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA 2558 “Este es el misterio de la fe”. La Iglesia lo profesa en el Símbolo de los Apóstoles (primera parte) y lo celebra en la Liturgia sacramental (segunda parte), para que la vida de los fieles se conforme con Cristo en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre (tercera parte). Por tanto, este misterio exige que los fieles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración. ¿QUÉ ES LA ORACIÓN? «Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría (Santa Teresa del Niño Jesús, Manuscrit C, 25r: Manuscrists autohiographiques [Paris 1992] p. 389-390). |
¿Para qué necesito hablar con Dios?
La oración como don de Dios
2559 “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (San Juan Damasceno, Expositio fidei, 68 [De fide orthodoxa 3, 24]). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más profundo” (Sal 130, 1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cf Lc 18, 9-14). La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26).
La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (San Agustín, Sermo 56, 6, 9).
2560 “Si conocieras el don de Dios”(Jn 4, 10).
La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea.
La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre.
Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (San Agustín, De diversis quaestionibus octoginta tribus 64, 4).
Para cambiar el mundo
¿Cómo se hace oración mental que me sirva?
Breve guión para oír a Dios con certeza. 4 condiciones: recogimiento mental, recogimiento de la voluntad, pensar, confiar. |
Oración introductoria: Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, san José, mi padre y señor, ángel de mi guarda interceded por mí.
Ahora, al principio de la oración mental, conviene realizar las dos primeras medidas de seguridad explicadas debajo: nn. 1 y 2. Las nn. 3 y 4 es bueno practicarlas durante el resto del tiempo. Si durante el intervalo que permaneces espiritualmente junto al Señor, notaras que necesitas repetir de nuevo las nn. 1 y 2, que no te importe hacerlo; al contrario, es tiempo muy bien aprovechado de oración poderosa.
1. Recogimiento de la mente
No se trata de rechazar distracciones sino de calmar pasiones, en especial cuatro: ALEGRÍA, TRISTEZA, ANHELO Y TEMOR.
Durante alrededor de 1 minuto, intentar descubrir si tu alma se encuentra en alguno de esos cuatro estados. Al detectarlo, es muy útil decirle interiormente a Dios:
«Señor, yo solo no puedo: confío en que me vas a calmar esta pasión (por ejemplo, tristeza) por tu gran Misericordia, aunque yo no lo merezca». También es muy útil esta jaculatoria: «Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío» enseñada por el Señor a santa Faustina Kowalska (Diario n.187).
Notarás una gran calma después de repetir alguna de estas oraciones tras cada una de tus pasiones. En este momento, y si cumples los nn. 2 y 3, podrás confiar en tu mente.
2. Recogimiento de la voluntad
Desear cumplir la Voluntad de Dios en todo aquello que vayamos a consultarle, comprobando nuestra sinceridad ante las distintas posibles respuestas que pueda dar el Señor.
Es aconsejable ser aquí muy cuidadoso para evitar el silencio de Dios y también para asegurar que sólo Él nos hablará. Si voy a preguntarle algo que no requiera obedecerle, como el parecer sobre alguien, o su opinión acerca de un acontecimiento, también he de prepararme comprometiéndome a realizar su Voluntad.
3. Pensar
Contar algo a Dios o interrogarle, razonar una respuesta y detectar la primera idea que se imprima en nuestro intelecto; o bien, la primera moción de la voluntad. Si se puede, CONVIENE MUCHO ESCRIBIR TODA LA CONVERSACIÓN, porque se iluminarán asombrosamente los detalles de las ideas recibidas y mantendremos el recogimiento mucho más tiempo y sin lagunas. La primera moción de la voluntad o idea que aparezca en nuestra mente suele ser la más segura.
El Señor tiene dos modos habituales de comunicarse con nosotros:
a) Simples intuiciones (Suma Teológica, I-II, q.74, a.10), que son flashes que aparecen en nuestra mente o voluntad; pensamientos instantáneos que nos envía Dios sin requerir esfuerzo por nuestra parte. No los recibimos siempre ni todas las personas. Por tanto es un error esperar pasivamente a que nos lleguen, por ejemplo, tras elevar una pregunta a la Virgen María.
b) Razonamientos, que elaboramos nosotros mismos al esperar, en doble recogimiento (cfr. nn. 1 y 2), a que nos responda el Señor, su Madre, etc. Es el modo habitual que utiliza Dios para hablarnos. Consiste en componer una idea que responda a la pregunta que, previamente, hemos dirigido al Señor. Requiere de nuestro esfuerzo por buscar datos en nuestra memoria, o en otras fuentes, relacionados con el tema planteado. Comparar esos datos. Descubrir los pros y los contras de cada solución y redactar la respuesta divina con todo género de detalles: fechas, colores, nombres de personas, lugares… Si no aparecen simples intuiciones en nuestra mente, deberíamos razonar nosotros mismos la respuesta divina; de lo contrario, cometeremos el error tan frecuente de pensar que el Señor no quiere hablarnos. A Jesús le agrada que, para oírle, utilicemos nuestra elaboración mental. Don inmenso que nos ha regalado al nacer, y que tan útil resulta para transformar, en diálogo divino, nuestro trabajo.
Suele ser muy útil preguntarle con frecuencia sobre nuestros asuntos diarios, por pequeños o simples que parezcan, pues Él no habla solo de religión: dialogar sobre cualquier tema. Se sirve de lo que, más bien, parecen nuestros razonamientos. Conviene recordar además que Dios, de modo habitual, se comunica flojo. Puede que no captemos respuesta alguna: deberemos entonces respetar el silencio divino y saber que lo más probable será que nos responda más tarde con obras. Las contestaciones en forma de imágenes o de recuerdos aislados no son fiables. No es recomendable confiar en los sueños. Las respuestas obtenidas al azar no aseguran la certeza. Simplificación errónea: si el pensamiento es bueno procede de Dios, del demonio si es malo y, si parece indiferente, entonces es mío. Deducción equivocada: distingo lo que me dice Dios porque siempre es lo más costoso o bien inflama el sentimiento. No siempre es de Dios lo sorprendente o novedoso.
4. Confiar plenamente,
en adelante, en que esa idea o moción procede de Dios. Al Señor le agrada particularmente el abandono confiado como consecuencia de la seguridad en sus iluminaciones. Es difícil que deje de premiarlo con una paz notable y, a menudo, los acontecimientos se precipitarán con rapidez hasta ratificar el origen divino de lo transmitido, en especial para los principiantes.
Oración para terminar: Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía inmaculada, San José mi padre y señor, ángel de mi guarda interceded por mí [1].
Y lo más importante: practicar estos cuatro puntos a ser posible durante no menos de 15 minutos cada día (como dijo santa Teresa de Jesús), preferiblemente antes de ir a trabajar. Se puede hacer en casa, pero lo ideal es delante de un sagrario o con el Santísimo expuesto a la vista. No dejes de leer el ejemplo práctico que viene a continuación.
Esto va de OIR al Señor Jesús
No va de dejar de sentir o quedarse en una habitacion vacia sin nada que nos perturbe
No va de que no nos
Para hacerla realmente bien